SALVADOR DE BAHÍA
Bahía. BR
Aleatorias, como nunca, las emociones y sensaciones que tuvimos en Salvador de Bahia.
24hs antes de llegar no sabíamos todo lo que íbamos a vivir, en lo que vive una mariposa.
Siempre tuve esas ganas de conocer Salvador, quien me conoce sabe cuánto me gusta Brasil, su cultura, su música, sus danzas… Venir a Salvador es adentrarse en las raíces de su cultura, es encontrarse con su música al natural, es sentir los corazones agitados de quienes bailan hasta el amanecer en los adoquinados pisos del Pelourinho. Así que sí, siempre fue un sueño conocer Salvador, pero había voces que me alertaban y me dejaban siempre con las ganas de viajar a ese destino.
El arribo fue caótico realmente, llegamos por mar, el puerto instalado al lado de un basural activo, con 40° a la sombra a la 1 de la tarde. Así que entre el calor, el movimiento del barco y el olor a basura, nuestra bienvenida fue un poco complicada.
Nuestra intención era llegar a Salvador visitarlo ese mismo día viajar y a la noche tomar un micro a Imbassai, ya que en este pueblo vecino nos estaban esperando, pero claramente no fue así, la “supuesta” empresa de ómnibus (que nos habían recomendado), que nos llevaría a destino no tenía web, y sus teléfonos no funcionaban, tampoco había información concreta en Google y las agencias de viajes a las que consultamos físicamente no sabían de lo que les hablábamos.
Descompuestos del calor, decidimos refugiamos unas horas en un shopping, con aire acondicionado y la comodidad de un patio de comidas con wifi para investigar y pensar con claridad que hacer. Caía el atardecer y nosotros sin resolver cómo ir a un pueblo a 100km de donde estábamos, para cuando encontramos un una supuesta información concreta en Google, el último bondi ya había partido. Momento de reservar una noche en un hostel para descansar y partir al otro día.
Llegar al hostel también fue una hazaña, Google nos sugería varios colectivos urbanos, los lugareños nos indicaban otros, agotados y con calor acabamos por tomarnos un Uber.
Nuestro alojamiento se ubicaba en el Pelourinho, mi corazón se aceleró de la emoción de llegar a ese lugar que tanto vi por fotos, y también, por saber que no es el lugar más tranquilo de la tierra. Esta dicotomía emocional no me dejo dormir esa noche, a veces se escuchaban ruidos extraños y cada dos por tres, entre el calor y el estar alertas, nos despertábamos sobresaltados.
Sin saber realmente si nuestro último ómnibus destino a Imbassai salía a las 16hs (como nos habían informado) nos tomamos la mañana para conocer el tan ansiado Pelourinho.
Visitamos la calle principal, el elevador Lacerda y el Mercado Modelo.
Salimos 7.30am aprox, para no sufrir el calor y aprovechar el tiempo ya que solo contábamos con esa mañana. Como siempre nos ayudamos con Google Maps, pero está útil app para algunos lugares es poco útil en Salvador, pedirle orientación a lugareños tampoco es la solución, pero otra no nos queda, no conocemos la ciudad.
Conocer el Pelourinho, caminar entre sus característicos edificios, contemplar la historia pasar, realmente fue significativo para nosotros. Si bien el camino es corto, nos llevó su tiempo recorrerlo, observamos la historia, la cotidianeidad… Entendimos que más allá de ser un museo a cielo abierto como sucede en Porto Seguro, es también hogar de muchas familias, residencia de varios comercios y punto estratégico para trasladarse a la “Ciudad Baja” o viceversa.
Detrás de cada puertita colorida había una casa, un mercado y hasta un atelier, todo era misterio e historia en carne viva.
Antes de dejar Salvador, teníamos que hacer una escala por un local de Vivo (Compañía telefónica) ya que el chip que veníamos usando desde que llegamos a Brasil dejó de funcionar de un segundo para el otro, al parecer se había quemado.
Claro que el camino al local de Vivo, también fue caótico, lamentablemente terminamos en un sector que a simple vista parecía de lo más turístico y amigable, pero en cuanto empezamos a avanzar todo cambió… Acabamos realizando una caminata de 200mts al borde de una avenida (sin vereda), haciendo equilibrio sobre un estrecho cordón, entre un enorme paredón y una curva, donde los vehículos doblaban a toda velocidad.
Esto es algo que le pasa al 99% de los turistas… Nos perdimos! La diferencia es que Salvador no es el lugar más seguro para perderse, es muy fácil ir caminando por una calle que parece de lo más tranquila y terminar en un lugar poco amistoso.
Por suerte, luego de toda la adrenalina, pudimos tomar el ómnibus a Imbassai, y allí si, camino al próximo destino suspiramos y nos relajamos. A pesar de las aventuras y momentos de tensión que vivimos, nos alegramos de habernos quedados atrapados en Salvador por 24hs, pudimos visitar sus atractivos principales, tan ricos en historia y cultura, que conforman las bases de la historia de todo el hermoso país de Brasil, que tanto veníamos recorriendo.